
Se tiñeron de rosas los atardeceres
y la ciudad se hundió en un frío letargo.
El rey guardó sus brillos
y la luna se apoderó de su reino.
Las sombras avanzaron
sin piedad entre nostalgias
y quehaceres,
y un silencio sepulcral
se instaló en el bullicio.
Lentas y pesadas
se volvieron las horas.
Ojerosos y blandengues
se tornaron los apuros.
Ciudad quieta.
Ciudad dormida.
Qué bella te ves así
No hay comentarios.:
Publicar un comentario